Puede que todas y cada una de mis palabras de duda buscaran fuerza y confianza en las tuyas. Tampoco aseguro que fueran sinceras o verdaderas; quizás a medias, para que tu terminaras de darles la seguridad y veracidad que necesitan. Yo que tú, desconfiaría de todas aquellas que mienten escondiendo lo que de verdad quieren gritarle a tus oídos: que te quedes conmigo. No entiendo dónde tiene cabida aquí la mente, si nosotros nunca hemos sido una ciencia perfecta y nunca llegaremos a serlo; por eso, hoy os vengo a decir que las decisiones importantes, a mí siempre me las han enseñado a tomar con el corazón, porque por mucho dominio que nuestros pensamientos puedan llegar a influenciar a la hora de las decisiones, siempre terminaremos dando paso a ese hormigueo en la barriga, esa pesadez en los párpados, esa sonrisa digna de fotografía... y todo aquello que altera una buena sensación directa del corazón. Si alguna vez os planteáis algo que sea irracional para todos pero que en ti cause lo más mínimo de sentimiento, os aconsejo volver la vista atrás. Darle rienda suelta a la imaginación y coger una máquina del tiempo. Regresar a aquellos días y recoger un pedacito de todos y cada uno de los recuerdos y guardarlos para siempre. Entonces, por unos instantes, olvidarás de teorías absurdas y te darás cuenta de que el único motor que mueve el mundo, que viene desde el corazón, es el amor.
Lo que jamás hay que perder además de la esperanza, es la fuerza. Y lo que debemos dejar a un lado, el miedo
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