Hoy recibí un correo que desvió toda mi atención, sobre lo que realmente decía, hacia ti. Así, a lo tonto, se acercan las fechas de volver a envestirnos de regalos, de buscar tonterías que envolver y que puedan provocar una sonrisa. Ya sabes que el tuyo, lo tienes, y por eso te lo doy desde ya. Eres así de inesperado, porque llegas al compás de alguna canción, de la mano de una palabra suelta en el aire, o entre paisajes poco comunes. Así que de nuevo nos vemos las caras, y de nuevo esa sensación en el estómago que en vez de ayudarme a crecer cada día, me aplasta, con fuerza y sin compasión. He de confesaros, que él era un auténtico superhéroe, aunque nunca tuve el valor de decírselo. Y que desde aquí, siempre intento parecerme un poco más a él y poder llegar a enseñar como él solía hacer. Ni la mitad de las lágrimas derramadas pordrían mostrar cuánto le echo de menos. Es algo difícil de explicar y no creo que nunca nadie pueda llegar a entender que la persona a la que más adoro no me habla, o no me busca con la mirada. Extraño hasta las miradas cargadas de enfado. Es frustrante tener que imaginarte a mi lado en cada momento porque no pueda verte... Y mira que me dicen veces eso de que tengo una imaginación enorme; pero para mí, es siempre insuficiente, que no consigue devolverte aquí. Aunque me hayas enseñado a derribar cada muro que se me pusiera en frente, el tuyo es uno del que no acabo de librarme. A veces eres una carga que ni en los días más felices consigo soportar y, otras, eres como el amuleto de la suerte que siempre llevas encima para pedirle suerte. Pero, en cualquier caso, siempre seguiré siendo la misma mujer egoísta que un día prefirió mantenerte a su lado sin comprender las ganas que tenías de marcharte. Te quiero y te echo de menos. Como viene siendo costumbre, tu regalo de cada día del padre, cada Navidad y cada festivo que me provoque regalarte... te regalo el vídeo que ojalá hubieras podido ver.
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