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viernes, 19 de octubre de 2012


El amor es la pieza que buscamos ansiosos para completar ese cielo azul del puzle. La sensación de ansiedad por encontrar el color que entone con nuestra pintura. Se trata siempre de la guinda del pastel; de que unos ojos difuminados en negro tengan perfilador azul alrededor de sus pestañas. Qué voy a deciros del amor que ya no sepáis... Ese pinchazo incontrolable que hace que se te tuerza la sonrisa y ya no puedas dejar de sonreír. El amor no tiene edad, simplemente aparece. Toma las riendas de tu vida y te deja degustar de ese sabor tan obsesivo, tan enloquecedor... Dejamos los principios atados a una farola, y sin pensarlo, nos entregamos a ese sentimiento que cobra vida cuando los días van pintando rosas en tu espalda. El amor viene y va, reaparece, dura, resurge, se olvida e incluso se abandona; pero siempre permanece entre los recuerdos: debajo de la cama en forma de fotografía empolvada; en la carpeta de clase, con una frase adictiva; en el móvil, con un nombre romántico de contacto; en la ropa, con ese olor a fruta prohibida; en el reproductor de música, con una carpeta de canciones aleatorias que marcaron momentos imborrables; en su corazón, en el tuyo, que deja la huella de cada caricia que sus caprichosas manos le dieron a tus brazos. Así que no me habléis de ese maldito sentimiento que tantas quebraduras de cabeza nos ha llevado; de esas almohadas que, por una noche, cumplieron su verdadera función y nos dejaron ahogar el dolor más profundo entre sus pliegues... Sé lo que es perder la cabeza por alguien y entregar tu vida para que las anécdotas permanezcan siempre en ese enorme lugar de la mente, donde cabe de todo. El amor nos vuelve diferentes personas, nos hace sumar años por cada pelea ilógica, y restarlos cuando un beso nos funde en una sola persona. Sé que habéis sentido esto que os describo, si no, ya habríais dejado estas palabras a un lado y os estaríais dejando embaucar por otro tipo de cuentos. Sin embargo, aquí estamos, por si la vida no nos planteara suficientes enigmas, hay personas que vienen a recordarnos que el amor, incluso en su punto de máximo declive, existe. Que las sábanas, nunca huelen a suavizante; las tiendas de perfumes, no son una mezcla de sinfonías químicas; los carteles publicitarios, no están para incitarnos a comprar,... La cruda realidad es que todo lo que nos rodea está ahí para recordarnos a esa persona, recordarnos su olor cuando sientes la esencia afrutada de su cuello en tu cojín; pensar en su abrazo cuando hueles cualquier perfume, porque todo lo dulce tiene ahora su nombre; y anhelar su sonrisa y sus bromas con cada publicidad absurda,... Mires a donde mires, ahí está, de cualquier forma, sentido, manera o color: el amor, en todas las dimensiones que ello conlleva. Por eso, entiende que te mire con esa ternura mañanera; cuando el despertador no ha sonado aún y yo me muero por rozar tus labios. Despierta y vuelve a hacerme sentir la princesa de tus sueños.

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