Cuando me preguntan sobre Ítaca, suelo contestar que se trata de un poema. Pero, aquellos que me conocen, saben el potencial de esa palabra; que me estremezco con escucharla y la llevo tatuada al corazón. Si aún no habéis volado sobre los versos de Kavafis, os invito a un paseo, a que probéis su textura y entendáis el verdadero sentido que esconde este poema. Para seros sincera, hasta hace dos años desconocía su valor, y tuve que llorar noches y noches con la almohada para que me empezaran a hablar de él. Y conforme lo escucho cada día, más cuenta me doy de que tú estás ahí, esperando, en algún lado. Me doy cuenta de que has llegado a una isla rica y arropada por todos los brazos que a lo largo de la vida te empujaron a seguir luchando; y eso, en parte, me hace la persona más féliz del mundo. Dime, ¿existe algo mejor que Ítaca? Una isla que se presenta de una forma diferente en función de las personas y, está en tu mano llegar y verla colorida. Desde entonces, solo quiero alimentarme de cada momento; conocer amistades y saber exprimir lo mejor de ellas; disfrutar de las experiencias que no volverás a repetir y aprender a ver las cosas con los ojos cerrados, desde más profundo, desde el corazón.
[...] Ten siempre a Ítaca en tu mente, llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje, mejor que dure muchos años. Y atracar, viejo ya, en la isla; enriquecido de cuanto ganaste en el camino, sin aguardar a que Ítaca te enriquezca. Ítaca te brindó tan hermoso viaje; sin ella no habrías emprendido el camino, pero no tiene ya nada que darte. Aunque la encuentres pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya, qué significan las Ítacas.
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