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miércoles, 29 de agosto de 2012

Una y otra vez él

A mi siempre me han dicho que lo que nunca debemos perder, además de la esperanza, es la fuerza. Y lo que debemos dejar a un lado, el miedo. Por eso, cada noche, me asomo a la ventana y abro mi caja de recuerdos, donde ya se ha grabado tu nombre en todas las paredes. Entonces, saco las cartas, las fotos, entradas de cine, objetos que carecen de significado aparente,... y todos aquellos pequeños recuerdos que algún día acabaremos olvidando por qué insistimos tanto en conservarlos. Pero ahora, ahora que aún desconozco su fecha de caducidad, juego con ellos; juego como si no existiera mayor ocupación que la de pensarte. Pensar en hacerte la persona más feliz del mundo. Porque de repente llega un día en el que abres los ojos de forma diferente (o alguien te los abre), y te das cuenta de lo insignificantes que eran los problemas del día a día, entendiendo a la perfección aquello de tenemos que vivir cada día como si fuera el último, porque las cosas cambian mucho y muy rápido; casi sin darnos cuenta. Y os aseguro que es bonito llegar a ese día, darte cuenta de que no importa cuantas veces tengas que repetirle que no te gusta su manía de hacer fracasar tus manías; aquí lo que realmente importa es lo que va creciendo entre nosotros, ver cómo se le puede hacer frente a cualquier cosa con solo una sonrisa. Tú, con esa habilidad innata de que te quiera cada día más, y yo, con mi extraña manía de quererte cada día un poco más. 

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