Páginas

sábado, 23 de junio de 2012

Nunca me ha importado estar a tu lado, es más, me siento realmente afortunada por ser partícipe de los créditos en cada uno de tus problemas. Sin embargo, creo que incluso las buenas amistades tienen su límite. Todo en esta vida hay que cuidarlo, administrarles protección, amor, e incluso alimentarlos cuando carezcan de fuerzas. ¿Es justo dar sin recibir nada a cambio? Es decir, ¿quién nos dice cuándo estamos dañando a nuestra propia dignidad? Un día te levantas y descubres que ya no te apetece cubrir de colores el gris de esa relación. No tengo que dejarme la piel en cuidar tus heridas, cuando ni siquiera tienes idea de mis cicatrices. Las relaciones son cosa de dos, y se te ha olvidado que yo no puedo hacerlo todo por ambas. Así que perdóname si en algún momento sientes que me ausento, me reprochas la falta de apoyo o te enfadas por no sentir atención, pero lo cierto es que yo también tengo derecho a que hagas cualquier cosa por mi. Que te sientes y me escuches durante horas, que me dejes repetirte el mismo problema sin menospreciarlo, que no tengas que dejarme al margen cuando la situación lo marque. Y así, se ha convertido en una incómoda monotonía. Mi espacio lo dejas libre, para quien quiera, hasta que necesites ese empujoncito de ayuda; es ahí donde entro yo, momentáneamente, hasta que decidas dejarme atrás de nuevo. Me duele; me duele mucho tener que escribir estas palabras anónimas hacia ti... Pero creo que no merezco el poco valor con el que me obsequias cada mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario