Cuando vives en la ignorancia das pie a millones de conclusiones pero, al fin y al cabo, no van más allá del mundo de la suposición. Y en ese mundo, solemos dejar que se cuelen hipótesis con finales felices, o con cartas falsas en las que la predicción de futuro es la que ideas cada noche al irte a dormir. Esta vez, estaba en lo cierto cuando le di vueltas a la cabeza por ti, pero no tuve valor para confirmarlo porque me mataba por dentro la idea de tener razón. Supongo que, por eso, cuando las tres vocales de tu nombre se pronunciaban unidas a las de otra, solo quise retener las lágrimas. No estoy enfadada, para nada; eso sería muy injusto... Es solo que maldigo los minutos de la conversación que me puso los pies sobre la tierra. Ahora que todas las piezas del puzzle de la sospecha coinciden, no tengo que atormentarme con buscar respuestas a preguntas que nadie me hacía, ahora no voy a barajar diferentes posibilidades, ahora solo quiero vivir en la ignorancia de si realmente las cosas pasaron como me las contaron o solo se trataba de una absurda versión. Pero, por favor, no me lo cuentes. No me cuentes la verdad, déjame engañarme, que así soy más feliz.
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