
Hay veces en las que me envuelvo en tus recuerdos para revivir el dolor de las cicatrices, como si me estuvieras echando alcohol puro, meticulosamente, en cada una de ellas. Porque sí, las fotografías que tienen más color de lo normal me hacen daño; por el mero hecho de que las de ahora tienen un retoque oscuro que me es difícil de borrar. Aun así, sigo fiel a nuestros momentos, a las risas contagiosas que nos recorren la espalda, de esas que acaban en miradas cómplices. Me siguen gustando las soluciones al oído y los paseos hacia lo desconido. Pisar las hojas secas tras el otoño y sentir tu mirada en mis botas, juguetonas y ansiosas por sacarte otra sonrisa. Aquí todos podríamos hacer un mutis por el foro, y seguir callándonos que lo más obvio que existe en el mundo es que el amor que fue capaz de encender un motor apagado, es de las cosas más complicadas de vencer. Cuando te propones pasar página sin haber llegado al final, te reconcome la conciencia por querer acabar el libro tan rápido y no regalarle el tiempo que realmente se merece. Eres mi viaje y yo tu pasaporte. Eres mi mayor necesidad, a todas horas. Puedo intentar fingir que el tiempo hace que los sentimientos dejen de florecer, pero lo cierto es que sigo encerrada en tu jaula.
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