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miércoles, 19 de diciembre de 2012


Hoy me siento aquí para contaros que las casualidades, existen. Que no por querer tenerlo todo organizado significa que no podamos desviarnos, aunque solo sea para experimentar lo que sentimos. Y que los cruces en el camino, muchas veces llegan a ser mil noches sin dormir. Odio tener que rectificar cada palabra que dije en su momento, pero lo cierto es que me ganas. Me ganan las mariposas en el estómago y las ansias por conocer siempre un poquito más de lo que me escondes. Pero, ya puestos a ser sinceros, voy a confesaros que hay veces que no puedo con todo. Puede que, por muchos deseos que le susurres al aire, no pueda hacer realidad ni la mitad. Las farolas iluminan la noche de mi habitación, y aunque no quiera... me convierto en una especie de murciélago acurrucado entre las sombras de mis recuerdos. Esta noche me gustaría llevarte a la luna y enseñarte los retales de mi vida sin ti. Sentarnos en su cómodo respaldo de algodón y mirar desde arriba cómo las estrellas vuelan. Desde allí, cuéntame tus miedos que voy a hacer de ellos una tarta del color de tus besos. Tápame con tus brazos si estás seguro de que soy yo, y no otra, la que puede conducir nuestro cohete espacial hasta la segunda estrella a la derecha. Que me pidas. Que me exijas. Que revolotees en mis pensamientos cuando algo te incomode por dentro; que no pares hasta conseguirlo. Que soples, pidas un deseo y...

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