
A veces me siento desdichada, incluso cuando todo va perfectamente. Pero son esos momentos de indecisión en los que no importa cuántas razones existan para creer que todo va bien, puede que sea el tiempo, o que hace más de 24 horas que no siento tu mano sobre la mía. Escúchame, voy a cerrar los ojos y vas a venir aquí. Voy a comerte a besos mientras tú no dejas de sonreir, de juguetear con mi melena y repetirme al oído que solo existe mi mirada para robarte un
te quiero. Es curioso ver cómo él ha ganado ese hueco especial a mi lado; cómo, cada día, se apodera de un nuevo sentimiento, y ahora hace que todo acabe girando en torno a nosotros. No sabéis lo especial que me hace sentir despertar y ver nuestra foto decorando mi estantería. Te confieso que ya no soy capaz de afrontar un día con ánimo hasta que no leo tus
buenos días, princesa. Pero, a decir verdad, lo que más me gusta de nosotros es esa capacidad de superación que brilla más que nada. Por todas esas veces que nos sentamos a coser nuestro
infinito, con cariño, para que volviera a ser igual de fuerte que siempre. Y me quedo con tus ganas, con las mías, con los abrazos que sellan el final de una pelea y dan la vuelta al momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario