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domingo, 15 de julio de 2012

Después de un largo fin de semana en el Médano, vuelves a casa con las pilas cargadas. Con ganas de volver a pasear por las calles de La Laguna con las piernas igual de morenas que antes, aunque me empeñe en verlas con algo más de color. No han sido más de cuatro días, pero cómo pueden cambiar las cosas. Personas que desconocías y que ahora, de vez en cuando, piensas en ellas; enfados con amigos con los que pensabas que nunca habría una disputa; noches compartidas con amigas que se van comvirtiendo en íntimas; conversaciones que dejan huella, canciones que escuchas una y otra vez,... Cuántas vueltas da la vida sin nosotros percatarnos. Sin tan siquiera darnos cuenta de que cada decisión que tomamos, repercute sobre todos y cada uno de los segundos que vengan después. Quisera pisar el acelerador de este vehículo, ser la chica de la curva y que te pierdas en mi mirada, no quiero que me lleves en tu maleta, prefiero ser tu equipaje de mano, así no me perderás nunca. Quiero ondear la bandera del amor, esa que no entiende de conflictos ni de nacionalidades, porque simplemente surge. Comprobar que todos los caminos llevan a Roma y dar la vuelta al mundo, no en ochenta días, despacio, que aún tenemos toda la vida. Cuando no se sabe que va a empezar algo, se tiene la certeza de que nunca va a terminar.

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